A
casi mil metros de altura, en la cabecera de la Val Estrecha, en una
pequeña llanura o ‘nava’ de la que se originó su nombre, se encuentra Navasa.
Sus límites los marcan, al sur, el paisaje boscoso del pico de Santa Eulalia y
Sierra Buyán, en la vertiente septentrional de Peña Oroel. A sus pies, los
campos de cultivo se extienden en suave pendiente hacia el norte, hasta los
Capitiellos, formación geológica que la separa de la Val Ancha.
Navasa,
con tan sólo unos cuarenta vecinos, pertenece hoy al municipio de Jaca, de cuya
capital dista ocho kilómetros, aunque constituyó ayuntamiento propio hasta
1964.
El origen de la población parece vinculado al de Jaca. La
primera mención documental conservada data de 1068, cuando aparece en el Cartulario
de San Juan de la Peña. Del
siglo XII es la iglesia parroquial de la Asunción de la Virgen, antes dedicada a Santa Eulalia. Se trata
de un bello ejemplar de románico, con algunas ampliaciones, siendo la principal
la de su esbelta torre, obra del siglo XVI. El interior de la iglesia se
decoraba por frescos, también románicos. En el Museo Diocesano de Jaca aún
puede admirarse la colorista y vital Epifanía procedente de esta iglesia.
Navasa
también conserva una ermita de estilo popular, del siglo XVI, con bello
empedrado que dibuja grandes flores, y que se dedicó a Santa Eulalia
coincidiendo con el cambio de titularidad de la parroquia. En honor de Eulalia,
‘la bien hablada’, se celebraban las fiestas de invierno, el 10 de diciembre.
Las fiestas de verano se desplazaron de la festividad de la Virgen al fin de semana
próximo al 22 de agosto, y gozan hoy de mucha vitalidad. El pueblo también
participa de la romería a la
Virgen de la
Cueva, en el monte Oroel, un domingo de finales de mayo o
principios de junio, y junto a los vecinos de Jaca, Ara, Barós y Ulle; y en
menor medida de las de San Indalecio en San Juan de La Peña y Santa Orosia en Yebra
de Basa.
Uno
de los valores principales de Navasa es su urbanismo y arquitectura popular,
que en general ha sido bien conservada. Su núcleo urbano se extiende a lo largo
del eje que es la carretera a su paso por el pueblo, con la Plaza Mayor como claro
centro organizador. Notable muestra de la arquitectura tradicional de la zona
son los pasadizos en arco, como en la calle Los Arcos, así como la
construcción en piedra y los tejados de losas. Muchas casas
tienen sus muros revocados según uso antiguo, y en algunas aún se ven
ventanas adinteladas de los siglos XVII y XVIII. Otros elementos de interés son
el pozo de la iglesia, o los restaurados pajar y herrería.
De entre su arquitectura destaca su conjunto de eras y
bordas, declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Aragón. Las
bordas de Navasa constan de cuadra en planta baja y de un piso superior que
sirve de almacén de forrajes. Las fachadas principales que dan a la era
presentan puerta abovedada de arco rebajado, o adintelada con carguero de
piedra o madera, y gran vano rectangular sobre la puerta, insertado en el
frontis, por el que se introducía la paja y al que se accede mediante escalera
manual.
Navasa,
que siempre ha constituido una pequeña población, pasó de los 12 fuegos
contabilizados en el fogaje de 1495,
a los 121 y 137 habitantes de los padrones de 1857 y
1900, respectivamente. Durante el siglo XX fue perdiendo población, recuperada
en parte durante los últimos años gracias al nuevo barrio de Chistorré. Hoy en
día alcanza los 40 vecinos de una población bastante joven.